Por Isi Bernal
Parece que en estos momentos el anuncio de un concierto es algo que descoloca, continúan los miedos y seguimos adaptándonos a una nueva normalidad que poco a poco va dejando paso a la cultura y este tipo de eventos. La rutina de estos días nos hace olvidarnos de las sensaciones que produce estar delante de un escenario, sentir el sonido de los line array a un buen volumen, las luces con la puesta en escena y por supuesto, la piel erizada. En este caso se sumaron a las sensaciones: sillas, espacio, seguridad, COVID, Murcia, plaza de toros, María de Juan y Arde Bogotá.
María de Juan fue la encargada de abrir la noche con un espectáculo rico en sonidos que combinaba a la perfección acústico y electrónico, con la voz de la granadina que supo envolver a toda la plaza a pesar de esa sensación de que el público continuaba adaptándose a este nuevo tipo de concierto. Pero nada de eso fue un impedimento para ella, consiguió con éxito ganarse a los espectadores por su puesta en escena, y por algo que estuvo presente durante toda la velada, la humildad.
Si tuviera que expresarlo de alguna forma, sería sin duda con esa palabra, porque fue lo que hizo de este concierto un gran concierto, trabajo bien hecho combinando esfuerzo y pasión. Al fin y al cabo eso se palpaba en el ambiente, llegó el turno de Arde Bogotá, produciendo más sensaciones, fueron los anfitriones y así se comportaron. Transmitieron muchas vibraciones en las que se dejaba ver que el equipo entero vivió cada segundo desde que salieron al escenario, gente que le apasiona lo que hace y lo hace disfrutando.
El técnico estaba al fondo de la plaza y movía la cabeza con cada canción, la prensa y fotógrafos… se estaba poniendo en marcha de nuevo un engranaje paralizado por la pandemia y se nota que cada pieza era fundamental para motivar a un público que está sentado.
Sold Out una semana antes, la plaza completa con su nuevo aforo, 600 personas. Todas se saben las canciones de estos emergentes, el público movía los brazos, cantaba, cada uno en su sitio pero conforme fue avanzando el concierto el ambiente se ponía más eufórico, la elección del setlist, cada tema, la producción… (engranaje en movimiento). Una industria que tiene que volver a rodar para levantar a la gente (que repito, no se movió de su sitio) pero que necesitó unos minutos para saltar con el último tema, olvidar la rutina y volver a vivir un concierto y vivir a una banda que expresa el comienzo de todo lo bueno que le espera.