Bohemian Rhapsody cuenta la historia de la banda de rock Queen y de cómo su cantante, el zanzibari Farrokh Bulsara, evoluciona al atrevido Freddie Mercury. El grupo de música va cogiendo forma progresivamente entre 1970 y 1971. Su punto de inflexión llega en 1975, con la composición de la canción que da nombre al film: Bohemian Rhapsody. Este tema significaría un grito de disconformidad a lo convencional y lo comercial. Con el tiempo, la revolucionaria banda gana éxito y Mercury pierde humildad y el control sobre su vida. Con la llegada de una grave enfermedad, el cantante termina por comprender que Queen no es solo un grupo de música, es su familia.
Los acontecimientos vividos por el grupo sobrepasan las barreras de lo corriente, desvelan verdadera innovación. Viendo la película, resulta imposible descartar las sobresalientes posibilidades de la banda desde sus comienzos. Freddie Mercury contagió su extravagancia y sensacionalismo a sus compañeros y, juntos, consiguieron sorprender al mundo con la música que creaban. La banda sonora de Bohemian Rhapsody consigue hacer justicia a la historia original, y, por tanto, se convierte en un dulce dentro de la insípida uniformidad y planicie musical del momento. Indomable, incomparable, inmejorable. Esas tres palabras sintetizan la manera de trabajar y los resultados de Queen.
Más allá de lo característico de su música, cabe nombrar lo característico de la apariencia de los componentes de la banda. Desde los particulares rizos de May hasta la destacada dentadura de Mercury se explotan para recordar a la pasada realidad. La caracterización, el vestuario y el maquillaje están pensados al dedillo en esta película y, en conjunto con la banda sonora, consiguen sumergir al espectador de lleno en la trama.
Pero cómo no mencionar la profesionalidad del elenco y cómo no destacar en este punto el papel de Rami Malek. Interpretar a una leyenda como Freddie Mercury significa un reto para cualquier actor. Desde el respecto y la seriedad, Malek se enfrenta a este reto y lo resuelve con nota. Consigue revivir la singularidad de Mercury a través de su rostro, movimientos y gestos. Y no solo el público confirma este hecho, el propio Brian May ha pedido públicamente que se reconozcan las hazañas del intérprete por medio del Óscar.
«Es increíble… Sin duda, estará en la lista de nominados para los Óscars y también merecerá llevárselo. Él habitaba en Freddie hasta el punto en el que comenzamos a pensar que era Freddie. Realmente impresionante».
No obstante, no todo podía salirle bien al director Bryan Singer. Resulta curiosa la manera de plasmar una historia tan poco convencional de una forma tan banal. Por aquel entonces el grupo de rock se arriesgó y, sin embargo, Singer decide no arriesgarse y emplear una estructura filmográfica más que predecible. La típica fórmula hollywoodiense se vuelve palpable durante el visionado de la película. Una obviedad que dura dos horas y catorce minutos, en la que un muchacho de clase media-baja se convierte en cantante y cobra fama y con ello, soberbia, para más tarde caer en que lo que importa es la gente que lo quiere.
Pero quizá lo más grave del film sea introducir demasiada ficción en una película que narra una realidad. Es cierto que a Bohemian Rhapsody se le escapan ciertos aspectos que realmente no se vivieron como se relatan. No obstante, estos se pueden considerar más bien como pecata minuta que funciona como mera ornamentación dramática. La gravedad llega cuando se investiga sobre la auténtica historia de Queen y se observa que Mercury no fue diagnosticado de SIDA hasta el año 1987. En la película, lamentablemente, Mercury confiesa su enfermedad a sus compañeros durante los ensayos para el festival Live Aid, en 1985. Un poco controvertido mezclar un asunto tan serio con un festival de música. Esa fue una actuación de por sí memorable, pero claro, introducir más drama siempre funciona mejor en taquilla.
Muchas luces, algo de sombras. Dentro de las faltas, existe un rotundo respeto a la historia verdadera y a la banda y, dentro del convencionalismo de las fórmulas, queda latente la grandiosidad de Queen. Sin duda, un film más que recomendable que despierta desde la risa más sonada hasta la casi irremediable lágrima.